El alcance de la crisis de los fertilizantes en el Perú

Perú importa más de 1.4 millones de toneladas de los principales fertilizantes al año. De los cuales 22% corresponde a urea. El 78% de los fertilizantes importados corresponden a otras fuentes de nitrógeno y otros fertilizantes, igual de esenciales para la producción agrícola. Así, la presente crisis, no es sólo de urea, ni siquiera de fertilizantes, es una crisis del sector, con un trasfondo mundial y debe abordarse así: desde la oferta y sus canales comerciales, desde la demanda y consumo, desde la competencia y substitutos.

El alcance a nivel de los fertilizantes.

Los fertilizantes importados que son fuente de nitrógeno (N) representan el 62% del total de fertilizantes importados, los principales son la urea (22%), el nitrato de amonio (22%) y el sulfato de amonio (18%). Las principales fuentes de potasio (K) representan el 13% del total y son tres: el cloruro de potasio (6%), el sulfato de potasio (5%) y el sulfato de magnesio y potasio (2%). Los fertilizantes que aportan fósforo (P) representan el 9% del total. Además, el 16% de las importaciones de fertilizantes corresponden a fertilizantes compuestos, mezclas de NPK y/u otros nutrientes. De hecho, el nitrógeno, fósforo y potasio (NPK) son 3 de los 16 nutrientes esenciales que necesitan los cultivos. La ausencia de cualquiera de los 16 nutrientes impedirá el desarrollo del cultivo, o cuando menos, su producción óptima, detalle muy crítico, si consideramos que no sólo la urea y las fuentes de nitrógenos están escasas y costosas. Entonces, la presente crisis no trata únicamente sobre la escasez de urea, sino de un conjunto de insumos, cuyos precios se han venido incrementando hasta duplicar o triplicarse, desde hace más de un año.

Entre enero y abril del 2022 Perú importó 292 mil toneladas de fertilizantes, un 33% menos que el mismo periodo del 2021. El fertilizante más afectado fue el nitrato de amonio (para uso agrícola) cuya importación disminuyó 81%, de 72 mil toneladas a 14 mil este 2022; en segundo lugar, la urea, que pasó de 110 mil a 49 mil toneladas (-55%); en tercer lugar, el cloruro de potasio cayó en 60% de 30 mil toneladas a 12 mil toneladas. Los fertilizantes que aportan fósforo disminuyeron en 67%. La importación de fertilizantes compuestos disminuyó en 71%. Entonces, no es solo el mayor precio o escasez de urea o nitrógeno, sino de un conjunto de insumos igual de críticos para la producción agraria.

Un aspecto positivo ha sido la estrategia liderada por los importadores y distribuidores privados, centrada en incrementar la importación de otros fertilizantes substitutos. Por ejemplo: entre ene-abr del presente, la importación de sulfato de amonio (fuente de nitrógeno como la urea) se incrementó de 89 mil toneladas a 143 mil toneladas; la importación de sulfato se potasio de incrementó en 53%.

Las consecuencias han sido muy comentadas: la disminución del abastecimiento de fertilizantes ocasiona la disminución de los rendimientos de cultivos, asimismo, el mayor costo desincentiva las siembras, disminuyendo la oferta de productos agrícolas, generando aumento de precios y escasez. El impacto final viene incrementando la inseguridad alimentaria y nutricional. Pero, esta es una crisis mundial, que afecta a nuestra producción agrícola y, también, a importaciones; por ejemplo, de maíz amarillo duro, de trigo y la soya; insumos importantes para la dieta peruana, pues afectan los precios de alimentos derivados del trigo (como las pastas y harinas), de la soya (aceites, pollo, leche), del maíz (pollo, leche, etc.).

¿Cómo debería enfrentarse esta crisis?

Como una crisis sectorial, debería verse desde las dos perspectivas del mercado: la oferta y la demanda, enfatizando los canales comerciales, los productos substitutos y el consumo.

La demanda se genera por la necesidad de mejorar la producción de los cultivos: los fertilizantes son el “alimento” de las plantas. Sin embargo, la eficiencia de uso es baja: más del 50% de fertilizantes aplicados al suelo por un agricultor se pierde, sea por lixiviación (arrastre de agua al subsuelo), por volatilidad o por fijación en el suelo. Es decir, los cultivos aprovechan menos de la mitad del fertilizante que se aplica: hay una baja eficiencia. Es posible mejorar esta eficiencia a través de buenas prácticas de fertilización, como el uso de análisis de suelos, dosificando según necesidad del cultivo o haciendo aplicaciones foliares, lo que permitiría mejorar la eficiencia sin afectar, incluso, mejorando la productividad. Otra forma de mejorar la eficiencia es con la tecnificación del riego, por ejemplo, el sistema de goteo mejora la eficiencia de uso de agua y también de fertilizante hasta más del 80%; pero la tecnificación es costosa y requiere de plazos medios para lograr que los productores adopten una nueva tecnología. La otra forma de mejorar la eficiencia es a través de una fertilización integral, que incluya los 16 nutrientes esenciales, lo que incrementará la producción aprovechando mejor los insumos usados. Entonces, el desabastecimiento puede superarse mejorando la eficiencia del uso de fertilizantes; en el corto plazo a través de mejores prácticas de fertilización y con una fertilización integral; o tecnificando el riego en el mediano plazo. En cualquier caso, se requiere la adecuada voluntad política y una ágil capacidad técnica-operativa, para movilizar equipos profesionales de técnicos que permitan esta mejora.

Finalmente, a nivel de demanda, esta crisis impactará la seguridad alimentaria, entonces, la solución no debe limitarse a la producción agrícola, cuando impacta en el sistema de consumo alimentario y nutricional. Es oportuno, cuando no necesario, replantearnos la necesidad de mejorar la dieta alimenticia de la población peruana, promover la quinua y cañihua como supercereales mejores que el arroz o el trigo, o el tarwi como una menestra con mayor contenido de proteína que la soya. La oferta de nuestra producción agropecuaria será cada vez más cara y escasa y también la que importamos: el maíz amarillo, el trigo, la soya y sus derivados. Es una crisis multidimensional y debe abordarse como tal.

A nivel de la oferta de fertilizantes se ha hablado bastante. Pero, con una visión incompleta: “comprar urea donde sea”. Descuidando alternativas que ya existen en el mercado, como las importaciones de substitutos. Esto lo saben las empresas que conocen y participan de la oferta y su canal comercial: los grandes fabricantes mundiales, que están integrados y/o trabajan con estrecha cercanía con sus sistemas de distribución y gestionan la distribución internacional de fertilizantes, más que los gobiernos. Así, el sector privado ha comenzado a solucionar el problema, asegurando el abastecimiento de productos fertilizantes substitutos de los clásicos, como el sulfato de amonio ante la ausencia de urea, o sulfato de potasio ante la ausencia de cloruro. El gobierno debería sumarse a este proceso, pues quienes conocen técnicamente y participan del funcionamiento del mercado son estos actores: estrategias conjuntas con el sector privado proveedor. Entonces, no se trata de comprar por comprar, sino de comprar bien, incluyendo alternativas sustitutas eficientes, trabajando con quienes gestionan el abastecimiento mundial, tanto de urea, como de los demás fertilizantes, igual de críticos para la producción y productividad agrícola.

La fabricación propia de fertilizantes puede aliviar la escasez, pero desarrollar su cadena de suministro (hacia atrás y adelante), debe ser abordada de manera realista, no es una inversión a la ligera, en el mejor de los casos no estará operativa, de manera sostenible, antes de 4 años. Otras opciones son la fabricación de biofertilizantes como derivados de algas, proteína hidrolizada animal, bacterias fijadoras de nitrógeno, bio-fermentos, etc. podrían constituir alternativas de diversa dimensión y de corto o mediano plazo, siempre que sea en el marco de una estrategia consistente, integrada con la cadena de distribución real, de nuevo la alianza con el sector privado es crítica.

La crisis del sector productivo agrícola afectará el sistema alimentario y nutricional, no puede manejarse desde una óptica solo de abastecimiento de algunos fertilizantes. Sino de manera multidimensional, superando limitantes del sector, en alianza con los canales comerciales especialistas y desde las complejas condiciones de la demanda. No debe olvidarse que estamos en un contexto de crisis internacional, con una inflación mundial que se ha venido, y continúa, incrementando desde inicios del 2021 (que ha tenido mucho que ver con la subida de precios de la energía, petróleo y fertilizantes), complicada por el contexto COVID, con el riesgo de una recesión económica mundial en los siguientes años, en el marco de los cuales, la guerra Rusia-Ucrania solo es la cereza del pastel.

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